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odas las personas que hemos estado en la “La Cueva del Zoncho” en Santa María de Dota sabemos que este místico lugar es lo que es gracias a una mujer inspiradora que decidió hacer de ‘’La Cueva’’ algo más que su casa, convirtiéndola en un espacio lleno de historia, arte y cultura que
se ha construido a lo largo de tres décadas.
Hablamos de Flor Emilia Ureña, mejor conocida como Tita, a quien sacamos de su rutina para conversar y conocer un poco más acerca de su vida. Nos recibió, por supuesto, con una sonrisa y un vestido largo de colores, dos aspectos que la caracterizan.

Hace casi 66 años, nació Tita en Santa María en una casa de adobe, como nos lo explica cuando le preguntamos sobre cómo fue su infancia:
“Mi infancia yo pienso que fue la más linda, y la vida mía ha sido muy bonita, éramos libres antes, no había celulares, no había carros, no había luz, entonces mi infancia fue muy diferente a la de ustedes. Me considero una persona feliz, y como todo, hay situaciones, uno se bajonea y trata de levantarse, pero he vivido en este pueblo muy muy bien.”
Tita nos comenta que los nísperos, jocotes, limones y naranjas son sus frutas favoritas por los bellos recuerdos que le traen de su infancia. El periodo de pandemia le permitió recrear estos momentos:
“Para la pandemia yo decía “Está el negocio cerrado, ¡entonces voy a hacer como antes!” y me iba a las fincas de mis hermanos a recoger mangos, nísperos y todos los días me comía las frutas, como cuando era chiquitilla, yo fantaseaba y volvía a vivir en la infancia mía. Así era, uno salía de la casa con una aguadulce y un pedazo de pan y se iba a jugar a todo el pueblo, a comer guayabas, nísperos y jocotes”.
Tita dice que desde los cinco años sus padres le enseñaron a trabajar, y es algo que agradece profundamente porque le ha permitido construir con mucho esfuerzo lo que hoy tiene y haber vivido experiencias únicas que nunca se imaginó, como vivir en Panamá por 10 años.
“En Panamá, después de la invasión, me fui a vivir a uno de los barrios más Conflictivos, y ahí viví y vi tantas cosas desde mi balcón que también aprendí a no juzgar a la gente, porque yo también me imaginaba haber nacido ahí, donde las mujeres andaban con un puñal atrás y a los niños los ponían a vender droga. Y entonces creo que esas experiencias me sirvieron para atender este lugar (La Cueva)”.
La Cueva, su negocio y casa, la tiene a cargo desde hace 33 años, después de la muerte de su padre. Nos contó que fue construida por él entre 1967 y 1969 a partir de una casa de adobe muy antigua, a la que se le amplió una sala atrás con el fin de que se utilizara como salón de baile.
“A este lugar desde antes le decían La Cueva, porque como un señor al que le decían “Pata e´zoncho” le ayudó a mi papá a construirla, la gente llegó y dijo ¡Vean esta es la cueva del zoncho!, y así se quedó”.
Pero ¿qué es lo que convierte La Cueva, según Tita, en un lugar tan querido por tantas personas y generaciones de la zona de los Santos y de fuera de ella?
“Como yo vivo aquí, siempre he tenido el lema de que todos sean bienvenidos a mi casa y se sientan como en su casa y que sepan que soy una persona que no voy a juzgar a nadie. Entonces, aquí vienen bohemios del mundo, todos tienen una historia y una vida. La gente que viene aquí es gente inteligente. Hay gente que se ha enojado porque le he querido dar espacio a todo el mundo, pero yo les digo que La Cueva es así, si quieren venir, vengan, pero yo no voy a cambiar las reglas”.
Y es que hay reglas bien definidas en La Cueva que se aplican al pie de la letra. Algunas son:
- Cualquier persona puede entrar a La Cueva.
- Al que pelea se le echa agua.
- Al que vende droga se le prohíbe volver a entrar.
- El que consume drogas no tiene permiso de consumirlas dentro de La Cueva.
“Yo creo que todos los lugares tienen su encanto y su energía si usted los vive con pasión.”
Los que vivimos en Los Santos, cada verano vemos que La Cueva es un lugar de bienvenida y acogimiento para cientos de indígenas y nicaragüenses que llegan a la zona para trabajar en la cosecha del café. Pero ¿por qué Tita ha abierto la puerta a estas comunidades, que muchas veces se ven rechazadas en otros lugares?
“Yo siempre escuché cómo eran tratados los nicaragüenses y los indígenas, y yo no sabía mucho de las culturas de ellos, pero me interesé mucho en conocerlas. Entonces les pedía que me llevaran a viajar, y por eso he hecho 14 viajes a Nicaragua a muchas zonas marginales donde había personas que me preguntaban por qué yo iba a esos barrios si eran peligrosos, pero como yo iba con una energía del amor, a uno Dios siempre lo protege. Y allá aprendí mucho de su cultura y me encanta su comida. Son personas muy humildes, muchos viven en zonas rurales alejadas y no son personas malas. Yo pienso que, si hay reencarnación, en la vida pasada yo fui nicaragüense o indígena”.
Estos numerosos viajes de Tita a Nicaragua son una pequeña parte de los muchos que ha realizado durante su vida en los 28 países que ha visitado. A algunos, incluso, ha vuelto más de una vez, como a Guatemala, donde ha ido 13 veces o Panamá que sigue visitando frecuentemente.
Todas estas experiencias de Tita salen a relucir cuando se tiene una conversación con ella, y queda claro para cualquiera el valor que aporta la cultura en la vida de las personas.
“Cuando uno conoce otras culturas se puede analizar qué es lo que está bien o lo que está mal para cada una de ellas, entonces es mejor ir a cada lugar, adaptarse y respetar. Eso es lo que más se aprende, el respeto”.
Tita siempre se ha caracterizado por ser una persona abierta a cualquier expresión cultural y artística. Es por esto que ha convertido a La Cueva en un escenario reconocido a nivel nacional donde han pasado cientos de músicos a través de los años, y que incluso ha servido de impulso para decenas de bandas locales que han dado sus primeros pasos en este lugar.
“Yo había conocido los grupos de rock en ferias grandes de otros países y veía esos conciertos tan lindos que a mí hasta se me paraba el pelo, ¡qué belleza!, y yo decía ¡qué lindo que algún día lleguen allá! (La Cueva), pero yo no tenía un sitio ni capacidad para meter grupos así. Y en esos años llegaron los muchachos del pueblo diciéndome que tenían instrumentos y música, y que querían venir aquí a hacer un concierto; yo les decía ¡Claro vengan!, y yo a veces me escondía porque sonaba horrible y me daba pena, pero había que motivarlos y apoyarlos. Y si un día alguien se opone a que se hagan conciertos en mi negocio, está bien, pero ya muero tranquila porque ya rompimos eso de que “se le canta al diablo”, ya nos estamos concientizando, porque eso era falta de educación”.
Tita nos dice que para ella es muy importante seguir creando sitios nuevos en la zona y haciendo actividades artísticas para la niñez, la juventud y la población adulta, con el fin de incentivar y educar a la población desde el arte. Nos asegura que La Cueva estará disponible por siempre para quien quiera hacer música, teatro, círculos de lectura, juegos de mesa o cualquier otra actividad, porque para eso es “La Cueva del Zoncho”, para ir y disfrutarla.
Para la Asociación Cultural Santos Rock, la energía y el apoyo de Tita han sido vitales en el desarrollo de nuestro colectivo, acompañándonos en actividades, aconsejándonos y siempre abriéndonos las puertas para eventos y espacios culturales diversos. Creemos que Tita se merece todo el reconocimiento por parte de la zona de Los Santos como promotora de la cultura local durante décadas. Esperamos que cada vez más personas hagan de La Cueva su casa y un lugar de encuentro, diversión y reunión, como ella lo ha querido siempre.